Jondré Pryor
Ahora que he vivido en otros lugares, me doy cuenta de que la manera en que me desarrollé fue única. Yo crecí en el suroeste de Atlanta. Mi mamá era educadora y mi papá trabajaba en Ford Motor Company. Éramos gente de clase trabajadora en un barrio predominantemente negro. Pero déjeme decirle –y esto es lo que hizo único mi desarrollo, esto es lo que hace única a Atlanta– había modelos para seguir por todas partes. Andrew Young, Maynard Jackson y Shirley Franklin vivían a la vuelta de la esquina. Y en mi escuela pública había profesores negros que nos querían y se interesaban por nosotros; profesores que nos imbuyeron autoestima, orgullo y determinación. ¿Era perfecta la vida? No. Pero en mi escuela y en mi barrio –por donde quiera que miráramos– había profesionales negros cambiando el ámbito de Atlanta.
Hubo mucha gente que me dio tanto. Así pues, yo ingresé en Teach For America porque quería que niños negros y morenos tuvieran las mismas oportunidades que se les dan a los otros niños. El tiempo vuela. Di clases en East Oakland, luego en Nueva York, regresé a Atlanta, luego me fui a Nueva Orleans y luego otra vez regresé a Atlanta. Empecé en KIPP en 2004. Y así, sin darme cuenta, estoy en mi noveno año como director.
Estoy muy orgulloso de mi personal y mis estudiantes. La comunidad que hemos creado es muy especial: existe una cultura muy rigurosa en torno de lo académico, así como del carácter. Y los profesores de esta escuela… ¿cómo puedo decirlo? Son cariñosos y alentadores, empoderan, se comprometen entre sí y también tienen muy claro que somos parte de una empresa orientada a obtener resultados. Si las oportunidades no se presentan para nuestros chicos y sus familias, nos cuestionamos. Enseñar es una gran responsabilidad. Nos han encargado de uno de los trabajos más importantes del mundo. Pero para cambiar la trayectoria de vida de nuestros estudiantes y sus familias todos sabemos que necesitamos obtener resultados.
Siempre nos preguntan qué nos quita el sueño de noche. Y en mi caso, la respuesta es esta: nada. Ahora bien, no me malinterprete; hay muchas cosas que podríamos hacer mejor. Actualmente, nuestra escuela está concentrada en la redacción de nuestros estudiantes. Estamos dedicados a establecer prácticas restauradoras; es decir, estamos alejando nuestro programa disciplinario de la idea de separar a estudiantes mediante castigos o suspensiones, para crear un modelo que forje relaciones más positivas y saludables. Y, por supuesto, trabajamos constante y congruentemente con nuestros estudiantes para forjar y reforzar su carácter. Pero no, eso no me quita el sueño. Así como enseñamos a nuestros alumnos, llegamos a este hermoso lugar listos para trabajar. Damos todo lo que tenemos. Cometemos errores. Y después nos vamos a casa –a vivir una vida plena– para regresar al día siguiente, listos para ser aun mejores.