Charles King
Hoy en día, en Estados Unidos estamos enfrentados a una desafortunada realidad; una realidad en la que nuestros hermanos y hermanas negros son víctimas de las creencias y los estereotipos de los demás. Como educadores, nosotros debemos lidiar con esa verdad todos los días. ¿Lastimarán a alguno de mis estudiantes debido a los estereotipos de otros? ¿Meterán a la cárcel a alguno de mis estudiantes? ¿Alguno de mis estudiantes será el próximo hashtag? Cuando llego a la escuela y veo que mis 92 estudiantes están presentes es… bueno, siento una sensación de alivio.
Digo todo esto porque el trabajo que hacemos es muy importante. A nuestros estudiantes podemos enseñarles no solo materias como inglés y artes del lenguaje, sino también les enseñamos acerca del mundo, de ellos mismos, les enseñamos que son poderosos… que son más poderosos de lo que ellos mismos creen. Con demasiada frecuencia no reconocemos ese poder incluso en nosotros mismos.
Estados Unidos está repleto de muchos factores que se contradicen. La sociedad, la familia y los amigos nos jalan y nos empujan, nos dicen quiénes somos y quiénes debemos llegar a ser. Tratan de moldearnos y construirnos pero el producto que se obtiene así no es auténtico. Moldean una versión de nosotros que, en realidad, es solo una visión de ellos mismos. Como profesores tenemos la oportunidad única de ayudar a que nuestros chicos entiendan que nadie tiene el voto decisivo en su vida. Que ellos están a cargo de su identidad. Y que cada quien debe vivir su propia vida.
Si puedo causar efecto en 92 estudiantes cada año –saquemos cuentas–, eso significa que en cuatro años, habrá 368 individuos que han hecho contacto con el amor. Habrá 368 individuos que han hecho contacto con el conocimiento de sí mismos. Por supuesto, yo sé que las lecciones que aprendan aquí no los llevarán a la formación definitiva de su carácter; no existe lo que se llama formación definitiva de carácter. Pero al menos tendré la confianza de saber que nuestros estudiantes tuvieron ese contacto.
Y sabré que los estudiantes que pasan por la puerta de mi salón de clases recibirán las herramientas que necesitan para progresar y avanzar en su identidad personal a lo largo de su vida. Tal como yo las recibí cuando asistí a KIPP como estudiante, hace más de diez años.